El Gilismo se mantiene durante 15 años a través de diversos mecanismos de fidelización que malearon al votante. También es justo decir que durante los primeros años, se hicieron obras públicas, y se mejoró en limpieza y seguridad.
El primero y más importante de los mecanismos sibilinos es el tráfico con el empleo público. Cuando el Gilismo llegó al poder la plantilla del Ayuntamiento apenas llegaba a las 700 personas, actualmente alcanza las 4000 personas. Esta corruptela crea un vínculo entre ciudadano y político que aniquila el mismo Estado de Derecho porque el legislador traiciona la propia Ley con la connivencia y complicidad del ciudadano soberano. Desde entonces el empleado deja de ser ciudadano para convertirse en vasallo y no tendrá más remedio que besar la mano que le da de comer.
Jesús Gil fue el primero en enchufar a los suyos, posteriormente llegó Julián Muñoz e hizo lo propio, y finalmente Marisol Yagüe acabó por convertir el Ayuntamiento de Marbella en un auténtico camarote de los hermanos Marx.
El segundo de los métodos es la obtención de otras prebendas distintas al puesto de trabajo (licencias, actuaciones públicas etc.) por parte del ciudadano en perjuicio de sus conciudadanos. Es el tradicional tráfico de influencias. El bien público se ve así traicionado por una perversa alianza. El político deshonesto no tarda en darse cuenta de que puede cobrar por estas actuaciones iniciándose la rueda de cohechos y prevaricaciones que convierten al ayuntamiento en un prostíbulo de bienes públicos.
Una tercera forma de secuestrar la voluntad del ciudadano, manifestada en la soberanía popular, es condicionar el cumplimiento de un fin público a una determinada actitud social. A nadie se le escapaba en Marbella que quien tenía el carné del GIL no sólo tenía más posibilidades de obtener un puesto de trabajo, sino que eran mejor tratados por policía local, funcionarios, y administración pública en general, además de servir de salvoconducto cuando surgían problemas.
Por último cabe destacar el ocultamiento de un delito o falta por parte de la administración pública como precio para conquistar la voluntad del votante. En realidad este estadio era un bautismo de entrada a la mafia. Los delitos cometidos por los actores del régimen no siempre estaban conectados. Cada miembro de la mafia puede actuar por su cuenta en determinadas áreas donde el capo no ha puesto sus tentáculos por ser pequeña o de una dificultad y riesgo mayores
Todos estos mecanismos, y algunos más que rozaban el esperpento, eran utilizados por el Gilismo para mantener su estatus, pero el desgaste comenzaba a hacer mella en los apoyos, algo corroborado por la evolución del voto. A pesar de sentirse abandonada por las instituciones del Estado, parte de la ciudadanía se resistía al poder omnímodo establecido.
No todos tuvieron la misma responsabilidad. La ligazón entre ciudadano y político inmoral no es la misma si tan sólo le votaste una vez que si le votaste cuatro veces porque le había dado un puesto de trabajo a tu hijo. Lo que es indudable es que muchos permitieron por acción y/o omisión lo que pasó en Marbella, y aunque el abandono del Estado fue palpable, esto no puede ser más que un atenuante y nunca un excusante.
Finalmente, es común al poder intentar controlar la
“Os odio y os desprecio, habéis prostituido la profesión y lo pagaréis, os voy a echar al pueblo de Marbella encima y os tendréis que ir”
En cierta ocasión amenazó al mismo corresponsal de EL MUNDO en la puerta de los juzgados “te voy a liquidar”, motivo por el cual fue condenado por un delito de amenazas, aunque es justo decir, que Jesús Gil salió impune de la mayoría de delitos que cometió.
Durante 8 años Pedro Román fue el número dos del Régimen, pero cuando comienza a tener serios problemas judiciales decide retirarse a un segundo plano, pasando a ser el número dos Juan Antonio Roca Nicolás. Aquí es donde comienzan los problemas para la organización, puesto que el número dos público no coincide con el numero dos real. Estos problemas acarrearían la descomposición del grupo cuando desapareció el número uno, Jesús Gil, que dio paso a una lucha fraticida por el poder.
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