lunes, 21 de junio de 2010

El Estado fracasa en Marbella

Las instituciones del Estado no eran ajenas a esta tragedia democrática que vivía Marbella, una intervención del diputado de Izquierda Unida en el Parlamento Andaluz, ¿Antonio Romero? el 11 de Septiembre de 2003, abundaba el el argumento de este fracaso institucional.

La realidad es que en el caso de Marbella han fallado bastantes cosas, empezaron a fallar desde el principio cuando la justicia no intervenía cuando el señor Gil declaraba que en Marbella sobraba la prensa, sobraba el Parlamento y sobraban los jueces (…) cuando el actual alcalde de Marbella aclamaba a la policía local cuando apaleaba a periodistas o cuando se negaba a colaborar con los Gobiernos central y autonómico o cuando insultaba y presionaba los jueces (…) Sobre todo ha fallado el Estado de derecho, pues en una democracia constitucional ganar unas elecciones da derecho a gobernar pero también obliga a que ese gobierno sea sometido a los controles que todo Estado de derecho impone (…) También falló la justicia a lo largo de todos estos años. Quizás el caso más sonado ocurrido en Marbella sea la pérdida de sumarios (…) Durante todos estos años, hemos visto innumerables y continuos casos judiciales no aclarados en Marbella (…) También fallaron los controles de los gobiernos central y autonómico, que fueron incapaces de reaccionar ante los desmanes que cometía el señor Gil. Señorías, en estos momentos son muchos los marbelleros y marbelleras que sienten profunda vergüenza por lo que está ocurriendo en su ciudad ( …)[1].

Marbella no ha sido la única víctima de la corrupción política. Bien es cierto que el caso de Marbella ha tenido una especial relevancia dado el renombre de la capital de la Costa del Sol y el hecho diferencial de un partido independiente, es decir, no nacional, pero el mapa de la corrupción es muy amplio en nuestro país. Si analizamos la gran mayoría de casos, encontramos un factor común: el sector inmobiliario. Allí donde se ha producido un mayor desarrollo inmobiliario se ha corrompido mucho más las instituciones públicas. En la mayoría de los casos, la corrupción ha quedado impune.

Desgraciadamente cuando un promotor paga un soborno al cargo o funcionario de turno, la cantidad pagada repercute inmediatamente en el precio que será pagado por el comprador durante los próximos 30 años de hipoteca.

El daño que se le ha hecho a los habitantes de Marbella tardará una generación en resarcirse. Algunos ex gilistas me aseguran que también se debe tener en cuenta las obras públicas que se hicieron en Marbella. Es un enorme error. A un médico que es negligente no se le juzga por los pacientes sanados, sino por la incuria que costó la vida a un paciente. Es cierto que el GIL hizo obras públicas, era su obligación. No vamos a felicitarle por ello. Es cierto que muchos ayuntamientos han imitado su forma de gobernar, pero todos han acabado pagándolo. Sin ir más lejos, un concejal de Urbanismo de Estepona, aseguraba que la forma de gobernar del GILISMO influía en el comportamiento de la corporación entonces gobernante, ahora imputada por graves delitos. Jesús Gil administró Marbella como si fuera una empresa a la que dedicó los primeros años y después utilizó para financiar sus negocios privados.


Fue muy sencillo dar cierta sensación de iniciativa inversora, puesto que lo primero que hizo fue dejar de pagar las retenciones del IRPF a la Agencia Tributaria y las cotizaciones de los trabajadores a la Seguridad Social, con el remanente era fácil hacer algunas obras públicas.

Durante 15 años no se hizo ni un solo colegio, ni un solo ambulatorio (ambas inversiones son responsabilidad de la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento está obligado a ceder suelo para su construcción y, en el caso de los colegios, a su mantenimiento y conservación. Sí se construyeron colegios en concreto Pinolivo en Las Chapas y los institutos Bahía de Marbella y Al Andalus en Nueva Andalucía), todo fue una pantomima de cara al populacho (expresión despectiva yo la quitaría) con el fin de distraer la atención sobre lo que realmente hacía: vaciar la caja delante de nuestras propias narices.



[1] Diario de Sesiones del Parlamento de Andalucía 11 de Septiembre de 2003, Sesión nº 125.


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