lunes, 21 de junio de 2010

Los años duros del gilismo


Jesús Gil y Gil llegó a Marbella como un autentico huracán. En 1991 Marbella se hallaba inmersa en la mayor crisis de la historia (No fue la mayor crisis, la de 1973 fue devastadora, la del 82 similar a esta del 89). Crisis económica y de la construcción, inseguridad ciudadana con un importante aumento de robos y hurtos, prostitución en las calles (No me parece significativo el dato de la prostitución aunque Gil y los gilistas lo convirtieron en mito). Los ciudadanos de Marbella estaban esperando un cambio radical en la forma de gobernar la ciudad y estaban dispuestos a pagar un precio por recuperar el esplendor perdido. En realidad la situación de Marbella no era diferente a la de el resto de localidades turísticas. La crisis de la construcción había arruinado a miles de empresas constructoras, y la I Guerra del Golfo remató a aquellas ciudades, como Marbella, muy dependientes de la inversión extranjera (Esto sí es significativo).

Se buscaba un golpe de efecto que escenificara el final de un régimen y el comienzo de otro y no hay mejor símbolo que demoler la casa del último alcalde, Paco Parra. La vivienda se hallaba en la avenida Ramón y Cajal. Su localización obligaba a describir una curva que entorpecía los planes de remodelación y mejora de la zona. Lógicamente la Administración tiene los instrumentos de la expropiación para actuar en estos casos, pero se trataba de algo más que de una casa vieja, estaba en el camino de Gil y eso el gordo (sin insultar) no lo permitía.

El mismo día que tomaron posesión, dieron las órdenes oportunas para demoler el inmueble, la orden fue inmediata. Se presentaron a las 12:00 de la noche con la policía local para ejecutarla. Militantes socialistas como Francisco Zori o Aurelio Almagro estaban en la casa defendiendo a su compañero acompañados de una multitud consciente de la injusticia que se ejecutaba. Incluso algún concejal se enorgullece de haber comenzado la demolición con gente dentro de la casa. Finalmente la Policía Nacional, es decir el Estado Central, obligó a los ciudadanos a abandonar la casa del ex alcalde de la que no dejaron piedra sobre piedra.

Ese es el estilo dictatorial que impregnaría el mandato de Gil. Por supuesto que una orden de derribo tiene que ir precedida por un expediente de ruina, expediente que apareció de forma milagrosa en el procedimiento penal que se entabló contra los concejales responsables, y del que salieron inexplicablemente impunes.

El golpe de efecto había funcionado. Ante el primer éxito se lanzaron a demoler todo aquello que se cruzaba en su camino. La siguiente en caer fue un chalet de un lord inglés donde hoy se localiza el Hipercor de Puerto Banús. El tablao flamenco de Pinto estaba situado en frente del Palacio de Congresos. El bailarín salió de su casa ¿El tablao? a las 7:00 de la mañana y cuando volvió al medio día sólo había un solar. El mismo método se utilizó con el rancho Wellington, con las viviendas marginales de La Florida y con la parte trasera de la casona donde se ubicaba Radio Nacional de España.

En cualquier régimen municipal autoritario el poder se representa por el reforzamiento de la policía local. Se creó una unidad “de elite” que se dedicaba a secuestrar a yonquis y prostitutas, llevándolos a una zona alejada conocida como “la mina” donde les pegaban una paliza para abandonarlos sin calzados. (En este ejemplo también se hablaba de los Altos de Elviria). Otras veces después de la paliza los metían en un autobús rumbo a cualquier parte, tras la advertencia de no volver a verles por Marbella.

Se trataba de un procedimiento arbitrario y dictatorial, absolutamente contrario a cualquier derecho elemental. Parecía que Jesús Gil había aprobado su propia ley de “vagos y maleantes”, con un procedimiento tan taxativo y brutal como tiránico era su impulsor. Una gran mayoría de la sociedad de Marbella permanecía impasible, incluso aprobaba estos métodos. Era sabido que se estaba produciendo una auténtica quiebra en los derechos fundamentales de las personas en Marbella, pero las calles volvían a relucir esplendorosas y el turismo regresaba con todo su glamour, a excepción de alguna que otra horterada. (No estoy de acuerdo con esta última apreciación, el glamour no volvió, los frikis se apoderaron del espacio de la popularidad y los medios se sumaron a la fiesta)

  • Marbella en obras.

Gil quería crear una nueva Marbella. Para ello comenzó las obras del Paseo Marítimo entre Marbella y Puerto Banús. Esta intervención, en paralelo a la Milla de Oro, parecía imposible para los otros gobiernos municipales, dado el gran número de parcelas que había que expropiar y los condicionantes de la Ley de Costas que impedía, incluso al Ayuntamiento realizar obras a menos de cien metros de la línea de costa. Por tanto, aunque resulte paradójico, la obra civil de la que más orgullosos se sienten los habitantes de Marbella, es ilegal. El gobierno central intentó paralizarla varias veces, consiguiéndolo cuando las obras estaban prácticamente finalizadas, llegando a multar con 300 millones de pesetas al Ayuntamiento.

Asimismo comenzó la construcción de parkings que aliviarían los problemas de estacionamiento. Dos de los más conocidos son el de La avenida del Mar y el situado frente al Club Financiero Inmobiliario. El ubicado al sur de la Alameda fue rematado con un precioso paseo al Mar hermoseado con varias esculturas calificadas como originales de Salvador Dalí” que el propio Gil valoró en 800 millones de pesetas, aunque poco tiempo después se demostró que eran simples réplicas realizadas a partir de un boceto del pintor de Figueras. La fundación que gestiona el legado de Dalí salió al paso para desmentir su autencidad, pero daban “el pego”, la gente “picaba” y lucían con esplendor. Aún hoy es uno de los motivos más fotografiados por los turistas.

La primera legislatura del GILISMO fue una época marcada por la recuperación de Marbella y de la autoestima perdida de los marbellíes y sampedreños. El Ayuntamiento no tenía mucho respeto por la Ley, pero trabajaba por los ciudadanos y cumplió la mayoría de las obligaciones de pago con los proveedores, a excepción de las deudas de la anterior corporación socialista, las cuales, “no reconocían”, como si el Ayuntamiento fuera el de una ciudad distinta. Se embelleció el municipio con flores y mobiliario urbano. La limpieza era una de las máximas prioridades, así que se aumentó la plantilla de limpieza en 100 personas de forma inmediata. Se construyo el museo del Bonsái, el cual se le encargó a Carola Herrero, reconocida arquitecta y hermana del popular locutor de radio, que por aquellas fechas apoyaba a Gil, como lo hacían más de 50.000 marbellíes.

José Luís Sierra no era un letrado que conociera bien el derecho administrativo, por eso se daba de bruces una y otra vez con los procedimientos de contratación y adjudicación del Ayuntamiento. Pero eso tenía que cambiar, puesto que la intención era dirigirlo como una empresa, y había que idear la forma de conseguirlo.

3.3 La recuperación de Marbella

Durante la primera legislatura del GIL, la peseta se devaluó un 40 por ciento reactivando la inversión en España en bienes inmuebles. El mercado inmobiliario renació de sus cenizas, puesto que el inmueble que costaba 200.000 libras a los ingleses en cuestión de meses pasó a costar 120.000 Libras. Esto reavivó la voracidad de constructores que compraban todo el suelo disponible, sin importar el precio. La recuperación de la construcción y del mercado inmobiliario trajo empleo y riqueza a una Marbella que había visto como en 4 años se pasaba de la más aguda crisis a la mayor de las opulencias. Esto era lo que importaba al ciudadano, que pensaba que la recuperación se debía a la política de GIL, cuando no era así. La regeneración económica de Marbella se debió a la depreciación de la peseta que convirtió a España en un destino más favorable tanto para el turismo como para la inversión en inmuebles. Esta realidad es fácil constatarla con la perspectiva de los años, pero imposible de apreciar entonces. La metodología que ideó fue constituir sociedades municipales, que serían conocidas como las “Empresas 2000“. En realidad este fue el auténtico comienzo del fin. Jesús Gil comenzó a demostrar que ni la Ley ni la propiedad ni la personas representaban una barrera insalvable para él.

  • La reelección de 1995

Jesús Gil se enfrentaba entonces a su primera reelección con un problema sobre la mesa. Estaba condenado por un delito de estafa a suspensión de cargo público, prohibición del derecho de sufragio y de administración de sociedades mercantiles y no podía presentarse a las elecciones a no ser que el Consejo de Ministros le indultase, algo que ya había sucedido tras cumplir parte de la condena por la tragedia de los Ángeles de San Rafael. Se iba a convertir en el primer ciudadano en ser indultado en dos ocasiones por el Gobierno, fue la actual vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, otrora Secretario de Estado de Justicia, quien elevó a través del Ministro Belloch al Consejo de Ministros la solicitud de indulto que fue aprobada el 17 de Marzo de 1994.

Fernández de la Vega no fue la única defensora del indulto, también Javier Gómez Navarro, ministro de Comercio y Turismo, así como habitual morador del palco del Vicente Calderón puso toda la carne en el asador para liberar a su presidente. Cuando se preguntó al Abogado del Estado que redactó el informe relativo al perdón contestó que no estaba autorizado por normas internas y que “al tratarse de un personaje público no hay respuesta si no hay autorización de muy arriba” .

El buen trato dispensado por los gobiernos socialistas a Gil es sorprendente, pero no terminó ahí. La Interpol solicitó al Gobierno un informe sobre las “actividades extrapolíticas del alcalde de Marbella”, dadas las numerosas detenciones de mafiosos en la Costa del Sol y la denuncia de la Juez Blanca Esther Díez que vinculó a Gil con miembros de la camorra que se escondían en Marbella. La oficina española de la Interpol, dependiente del Secretario de Estado de Seguridad, siguiendo instrucciones “superiores”, hizo caso omiso de la rogatoria.

Con su nueva victoria, en Mayo de 1995, Jesús Gil se creció e incluso interrumpió el diálogo con sindicatos y funcionarios. Como medida de presión en la negociación del nuevo convenio colectivo dejó de pagar las horas extras y los “pluses” tan frecuentes como cuantiosos en el consistorio. Los funcionarios decidieron concentrarse en las puertas del ayuntamiento e impedir así la entrada de los concejales. Tras la carga de la Policía Nacional, que produjo algunos heridos, los trabajadores decidieron encerrarse en el mismo salón de plenos. El Alcalde ordenó el desalojo que fue ejecutado por el actual jefe de la Policía Local, Rafael Mora, que pidió a los funcionarios que abandonasen la Casa Consistorial "por orden de la alcaldía". Por aquellas fechas lo único que trascendía a nivel nacional es que Jesús Gil salía en el Telediario asegurando que tenía que “desinfectar el ayuntamiento porque unos comunistas piojosos se habían encerrado” y el resto de España le reía las gracias, cuando lo que estaba ocurriendo era el comienzo de una auténtica tragedia a nivel nacional.

De esta forma, Jesús Gil decidió expandir su imperio electoral a las localidades limítrofes como Manilva o Estepona, extendiendo el cáncer que asolaba Marbella al resto de la Costa del Sol.

  • Los primeros problemas con la Justicia.

La Cámara de Cuentas de Andalucía empezó a requerir documentación del Consistorio a lo que Jesús Gil se negó, motivo por el que tuvo que declarar el 26 de septiembre de 1996 así como los tenientes de alcalde y los consejeros delegados de las empresas municipales.

También por aquellas fechas comenzaban a saltar a la prensa distintos escándalos como el caso “de la estatua Rusa”, en el que el Ayuntamiento firmó un convenio con el alcalde de Moscú por el que Marbella recibía, supuestamente de forma gratuita, una estatua denominada “La Victoria” . El Ayuntamiento se comprometía a sufragar los costes del traslado, con el pago en especie de varias parcelas en la urbanización de lujo Guadalmina.

En enero de 1997 ya se mostraban evidentes los muchos problemas del GIL con la justicia debido a la denuncia de la Fiscalía Anticorrupción contra Jesús Gil por fraude al ayuntamiento marbellí y a la Agencia Tributaria, falsedad documental y alzamiento de bienes. Los hechos delictivos se remontan a Octubre de 1991, apenas 4 meses después de obtener la victoria en las elecciones.

Por primera vez, el 6 de Mayo de 1998, declaraban en su condición de imputados por un delito contra la ordenación del territorio el primer teniente alcalde, Pedro Román, quien consideró que "con la presentación de esta querella la oposición está tratando de utilizar políticamente la Justicia, quieren ganar en los juzgados lo que las urnas democráticas no les dan".


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